Meditación vipassana - 6. Yuval Noah Harari opina.

Yuval Noah Harari es un relevante historiador que ha escrito varios libros de gran popularidad. Uno de ellos se titula “21 lecciones para el siglo XXI [1] ; en este libro, dedica el último capítulo a comentar su positiva experiencia personal con la meditación vipassana [2] y su visión del tema. Es una excelente y profunda perspectiva sobre esta meditación, y por ello creo oportuno copiar aquí algunos fragmentos de ese texto:

21 Meditación

Simplemente, observemos

DESPUÉS DE HABER CRITICADO TANTOS RELATOS, religiones e ideologías, no deja de ser justo que también yo me sitúe en la línea de fuego, y explique cómo alguien tan escéptico es capaz todavía de despertar alegre por las mañanas. Dudo en hacerlo, en parte por temor a la autocomplacencia y en parte porque no quiero dar la impresión equivocada de que lo que funciona para mí funciona para todo el mundo. Soy bien consciente de que los caprichos de mis genes, neuronas, historia personal y dharma no los comparten todos. Pero quizá sea bueno que los lectores sepan qué matices colorean las gafas a través de las cuales veo el mundo y distorsionan mi visión y mi escritura.

De adolescente era una persona inquieta y llena de problemas. El mundo no tenía sentido para mí y no hallaba respuestas a las grandes preguntas que me formulaba acerca de la vida. En particular, no comprendía por qué había tanto sufrimiento en el mundo y en mi propia existencia, y qué podía hacerse al respecto. Todo lo que obtuve de la gente que me rodeaba y de los libros que leía eran ficciones complicadas: mitos religiosos sobre dioses y cielos, mitos nacionalistas sobre la patria y de su misión histórica, mitos románticos sobre el amor y la aventura, o mitos capitalistas sobre el crecimiento económico, y sobre cómo comprar y consumir cosas me haría feliz. Yo tenía juicio suficiente para darme cuenta de que probablemente todos estos mitos eran ficciones, pero no tenía idea de cómo encontrar la verdad.

Cuando empecé a estudiar en la universidad, pensé que sería el lugar ideal para dar con las respuestas. Pero me llevé un desengaño. El mundo académico me proporcionó herramientas potentes para deconstruir los mitos que los humanos han forjado, pero no respuestas satisfactorias a las grandes preguntas de la vida. Por el contrario, me animaba a centrarme en preguntas cada vez más reducidas. Acabé escribiendo una tesis doctoral en la Universidad de Oxford sobre textos autobiográficos de soldados medievales. Como pasatiempo complementario leí muchísimos libros de filosofía y mantuve numerosos debates filosóficos, pero, aunque esto me proporcionaba un entretenimiento intelectual infinito, apenas aportaba un conocimiento real. Resultaba muy frustrante.

Finalmente, mi buen amigo Ron me sugirió que, al menos por unos días, dejara de lado todos los libros y discusiones intelectuales y probara con un curso de meditación Vipassana. (Vipassana significa «introspección» en el lenguaje pali de la antigua India). Pensé que se trataba de alguna monserga new age, y puesto que no tenía ningún interés en escuchar otra mitología más, rehusé ir. Pero después de un año de paciente insistencia, en abril de 2000 mi amigo me llevó a un retiro Vipassana de diez días.

Por entonces yo sabía muy poco de la meditación, y suponía que debía implicar todo tipo de complicadas teorías místicas. De modo que me sorprendió lo práctica que resultó ser la enseñanza. El profesor del curso, S. N. Goenka, instruía a los alumnos a sentarse con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, y a centrar toda su atención en el aire que entraba y salía por sus orificios nasales al respirar. «No hagáis nada —repetía una y otra vez—, no intentéis controlar la respiración ni respirar de una manera determinada. Simplemente observad la realidad del momento presente, sea la que sea. Cuando el aire entra solo sois conscientes de que ahora el aire está entrando. Y cuando perdéis vuestra concentración y vuestra mente empieza a vagar por recuerdos y fantasías, solo sois conscientes de que ahora vuestra mente se ha alejado de la respiración». Fue lo más importante que nadie me había dicho nunca.

Cuando las personas formulan las grandes preguntas de la vida, por lo general no tienen el menor interés en saber cuándo entra el aire por sus orificios nasales y cuándo sale. Lo que desean es saber cosas tales como qué ocurre cuando nos morimos. Pero el enigma real de la vida no es qué ocurre cuando nos morimos, sino qué ocurre antes. Si queremos comprender la muerte, necesitamos comprender la vida.

La gente pregunta: «Cuando muera, ¿desapareceré simplemente por completo? ¿Iré al cielo? ¿Renaceré en un nuevo cuerpo?». Estas preguntas se basan en la suposición de que existe un «yo» que dura desde el nacimiento hasta la muerte, y la pregunta es: «¿Qué le ocurrirá a este yo al morir?». Pero ¿qué perdura desde el nacimiento hasta la muerte? El cuerpo cambia a cada momento, el cerebro cambia a cada momento, la mente cambia a cada momento. Cuanto más detenidamente nos observamos, más evidente resulta que nada perdura, ni siquiera de un instante al siguiente. Así pues, ¿qué mantiene unida toda una vida? Si no conocemos la respuesta a esta pregunta, no comprendemos la vida, y ciertamente no tenemos oportunidad de comprender la muerte. Si alguna vez descubrimos lo que mantiene unida la vida, la respuesta a la gran pregunta sobre la muerte se hará también evidente.

La gente dice: «El alma dura desde el nacimiento a la muerte y, por tanto, mantiene unida la vida»; pero eso es solo un cuento. ¿Ha observado el lector alguna vez un alma? Eso puede estudiarse en cualquier momento, no solo en el de la muerte. Si podemos entender qué nos ocurre cuando termina un momento y otro momento empieza, también entenderemos qué nos ocurrirá en el instante de la muerte. Si somos capaces de observarnos de verdad durante el tiempo que dura una única respiración, lo entenderemos todo.

Lo primero que aprendí al observar mi respiración fue que, a pesar de todos los libros que había leído y todas las clases a las que había asistido en la universidad, no sabía casi nada sobre mi mente y tenía muy poco control sobre ella. Aunque me esforzaba mucho, no lograba contemplar la realidad del aire de mi respiración al entrar por mis orificios nasales y al salir de ellos durante más de diez segundos sin que mi mente empezara a vagar. Durante años viví con la impresión de que era el dueño de mi vida y el director general de mi propia marca personal. Pero unas pocas horas de meditación bastaron para mostrarme que apenas tenía ningún control sobre mí mismo. Yo no era el director general, casi ni era el portero. Se me pidió que me situara en el portal de mi cuerpo (los orificios nasales) y simplemente observara lo que entraba o salía. Pero a los pocos instantes perdí la concentración y abandoné el puesto. Fue una experiencia reveladora.

A medida que el curso avanzaba, a los alumnos se nos enseñó a observar no solo nuestra respiración, sino sensaciones a través de todo nuestro cuerpo. No sensaciones especiales de arrobamiento o éxtasis, sino las sensaciones más prosaicas y ordinarias: calor, presión, dolor, etcétera. La técnica del Vipassana se basa en la intuición de que el flujo de la mente se halla estrechamente interconectado con las sensaciones corporales. Entre yo y el mundo siempre hay sensaciones corporales. Nunca reacciono a los acontecimientos del mundo exterior: siempre reacciono a las sensaciones de mi propio cuerpo. Cuando la sensación es desagradable, reacciono con aversión. Cuando la sensación es placentera, con ganas de tener más. Incluso cuando pensamos que reaccionamos a lo que otra persona ha hecho, al último tuit del presidente Trump o a un lejano recuerdo de la infancia, lo cierto es que siempre reaccionamos a nuestras sensaciones corporales inmediatas. Si nos ofendemos porque alguien ha insultado a nuestra nación o a nuestro dios, lo que hace que el insulto resulte insoportable son las sensaciones ardientes en la boca del estómago y la franja de dolor que atenaza nuestro corazón. Nuestra nación no nota nada, pero nuestro cuerpo está realmente dolido.

¿Quiere saber el lector lo que es la ira? Bueno, pues observe simplemente las sensaciones que surgen en su cuerpo y que lo atraviesan cuando está enfadado. Yo tenía veinticuatro años cuando fui a este retiro, y antes había estado enfadado probablemente diez mil veces, pero nunca me había preocupado de observar cómo se siente en realidad la ira. Siempre que había estado enojado, me centraba en el objeto de mi enfado (algo que alguien había hecho o dicho) y no en la realidad sensorial del enfado.

Creo que aprendí más cosas sobre mí mismo y los humanos en general observando mis sensaciones durante aquellos diez días que lo que había aprendido en toda mi vida hasta ese momento. Y para ello no tuve que aceptar ningún cuento, teoría o mitología. Solo tuve que observar la realidad tal como es. Lo más importante de lo que me di cuenta es que el origen profundo de mi sufrimiento se halla en las pautas de mi propia mente. Cuando quiero algo y no ocurre, mi mente reacciona generando sufrimiento. El sufrimiento no es una condición objetiva en el mundo exterior. Es una reacción mental generada por mi propia mente. Aprender esto es el primer paso para dejar de generar más sufrimiento.

A partir de aquel primer curso en 2000, empecé a meditar durante dos horas diarias y todos los años realizo un largo retiro de meditación de un par de meses. No es una huida de la realidad. Es entrar en contacto con la realidad. Al menos durante dos horas diarias observo de verdad la realidad como es, mientras que a lo largo de las otras veintidós horas me abruman los mensajes de correo electrónico y los tuits y los vídeos de cachorros encantadores. Sin la concentración y la claridad que proporciona esta práctica, no podría haber escrito Sapiens ni Homo Deus. Al menos para mí, la meditación nunca ha entrado en conflicto con la investigación científica. Al contrario: ha sido otro instrumento valioso en la caja de herramientas científica, sobre todo cuando he intentado entender la mente humana. […]

A lo largo de milenios, los humanos han desarrollado cientos de técnicas de meditación que difieren en sus principios y eficacia. Yo solo he tenido experiencia con una técnica, la Vipassana, de modo que es la única de la que puedo hablar con cierta autoridad. Al igual que otras técnicas de meditación, se dice que la Vipassana la descubrió Buda en la India. A lo largo de los siglos se han atribuido a Buda muchas teorías y relatos, a menudo sin contar con ninguna prueba al respecto. Pero para meditar no es necesario creerse ninguno de ellos. El maestro del que yo aprendí Vipassana, Goenka, era un tipo de guía muy práctico. Instruía repetidamente a los alumnos que cuando observaran la mente debían dejar de lado todas las descripciones de segunda mano, dogmas religiosos y conjeturas filosóficas, y centrarse en su propia experiencia y en cualquier realidad que encontraran de verdad. Numerosos alumnos acudían a diario a su habitación para buscar consejo y plantear preguntas. En la puerta había un cartel que rezaba: «Evitad por favor las discusiones teóricas y filosóficas, y centrad vuestras preguntas en asuntos relacionados con vuestra práctica real».

La práctica real significa observar las sensaciones corporales y las reacciones mentales a las sensaciones de manera metódica, continua y objetiva, descubriendo así las pautas básicas de la mente. A veces la gente convierte la meditación en una búsqueda de experiencias especiales de arrobamiento y éxtasis. Pero la verdad es que la conciencia es el mayor misterio del universo, y las sensaciones prosaicas de calor y comezón son tan misteriosas como las de embeleso o unidad cósmica. A los que meditan con Vipassana se les advierte de que no se embarquen en una búsqueda de experiencias especiales, sino que se concentren en comprender la realidad de su mente, sea cual sea dicha realidad.



Foto de Yuval Noah Harari en una ponencia
Para mí, estas explicaciones de Yuval Noah Harari son especialmente valiosas por proceder de alguien en quien convergen una serie de circunstancias muy especiales:
  •          Es un excelente historiador y comunicador. Tras leer sus libros, yo también lo considero como un gran sociólogo.      
  •          Es de origen judío y trabaja como profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén.         
  •          Pero no es creyente y además se manifiesta públicamente como contrario a la religión (la de su pueblo y cualquier otra) y contrario también a las actitudes sociales de origen religioso que suelen ser muy fanáticas, incluyendo a semitas y antisemitas.         
  •          Para colmo, es homosexual declarado. Vive con su “marido”.         
  •          Y es vegano.         
Me parece que hay que ser muy valiente -y también muy inteligente- para vivir con todo eso, que requiere una gran fortaleza de espíritu. Harari practica diariamente meditación vipassana, y dice que la meditación le ha dado mucho sentido a su vida. Para mí no puede haber mejor argumento a favor de vipassana.



Fin de este capítulo 6. Yuval Noah Harari opina, publicado el 25-01-2020.
Secuencialmente, puedes continuar por 7. La Fundación Privada Vipassana.
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Notas:

[1] Yuval Noah Harari: “21 lecciones para el siglo XXI” (libro, 2018)

[2] Todo lo que explico se refiere a la Fundación Privada Vipassana España, a su técnica de meditación y a los curos realizados por esa organización; nada se refiere a otras técnicas de meditación que también puedan utilizar el nombre genérico de “meditación vipassana”.

[3] Wikipedia: Yuval Noah Harari. Pensamiento. https://es.wikipedia.org/wiki/Yuval_Noah_Harari#Pensamiento

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